jueves, 26 de febrero de 2015

Imagínate

Imagínate que no te gusta el ketchup. Y que vives en un mundo en que la cultura gastronómica hegemónica consiste en echarle ketchup a todo

No estamos hablando solo de echar ketchup a determinados platos como la hamburguesa, lo que sería comprensible; estamos hablando de todo tipo de platos: guisos con ketchup, carnes con ketchup, pescados con ketchup, enlasadas con ketchup, sopas con ketchup, pastas con ketchup. La tortilla de patatas no lleva solo huevo y patatas: lleva huevo, patatas y ketchup. Y no solo en la comida mediterránea: la comida mexicana o la india o de donde sea también lleva ketchup invariablemente en cuatro de cada cinco platos

Eso sí, nadie se come el ketchup solo porque... en fin, su sabor no es especialmente agradable. Pero eso no les impide echarlo al resto de los platos

Y en cuanto tratas de convencer a la gente de que el ketchup no es imprescindible en la dieta, te encuentras con argumentos que van desde que es imposible cocinar sin ketchup hasta que no debería importarme porque el sabor no se nota. ¿No estarías hasta el gorro del ketchup?

Ahora imagínate que no te gusta la cebolla

3 comentarios:

Silvia E. dijo...

Hola! El libro Lorzagirl me trajó aquí

Supongo que la sal tampoco te gusta sola, pero aún así la echas a las comidas ;)

EmeA dijo...

Primero, ¡la sal me gusta incluso sola!

Segundo, la sal es un potenciador del sabor; su función es realzar los otros sabores. La cebolla se impone al resto y los mata, haciendo que todo sepa a cebolla

Pero quizá la diferencia fundamental es la social: puedes llevar una dieta completamente libre de sal (normalmente por motivos médicos) y la gente te mirará con simpatía y colaborará. En cambio, si aspiras a comer sin cebolla la gente cree que eres un caprichoso

E. Martin dijo...

Y mira que hacia la segunda linea estaba convencido de que era un post sobre futbol...