Imagina: Sicilia, 1929. Una joven pareja recién salida del cine busca un sitio donde cenar. Pasan delante de una franquicia seudoalemana (rótulos ilegibles en letras supergóticas, mobiliario de plástico, camareras sudamericanas vestidas de tirolesa...) y deciden meterse a cenar una fuente de salchichas
La camarera que les recibe en la puerta les indica que ahí no tiene sitio, que pasen al interior, cerca de la barra. En el interior les recibe otra camarera que les vuelve a mandar hacia el exterior. Allí les indican que tienen que esperar, porque no tienen sitio para dos
En los paseos por el local la pareja ha podido ver al menos cuatro mesas vacías. El problema, les informa la camarera, es que son mesas para cuatro, no para dos, y que tienen dos opciones: esperar a que se desocupe una mesa pequeña o marcharse. Cabe añadir que en los cinco minutos que ha durado la secuencia se agolpaban en la entrada del establecimiento la asombrosa cantidad de cero cuartetos deseosos de cenar salchicha
Así que la joven pareja abandona la salchicería de nombre incomprensible para nunca más volver y dirige sus pasos hacia un McDonalds cercano, que será todo lo dañino que sea, pero al menos dejan sentarse a cada uno donde le da la gana
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